Viajar ligero: Pasaje de Ida
Empezar un viaje sin fecha de vuelta, te puede llevar a entrar en pequeñas crisis existenciales, crisis que agrietan el piso con terremotos emocionales, poniendo en duda tus decisiones, pero también aguarda el entusiasmo que desde una esquina te alienta. Ese tumultuoso silencio de la espera.
Mí viaje comenzó tres meses antes de subirme al avión, cuando con tanta duda saque un pasaje de ida a Bariloche, Patagonia Argentina. Aquella ciudad boscosa que bautice como mí lugar en el mundo, donde simplemente puedo ser y estar, soñar y ver ese paisaje pintado de montañas y lagos, una manifestación de lo hermoso que puede ser este mundo.
La cuota de nervios venía porque aparentemente viajaba sola por primera vez, aún así mí valija tenía otro peso: una pareja estable, hermana en tratamiento, gente que amaba haciéndose a un lado y ese susurro en el oído izquierdo que murmuraba: «vivir en el sur te a dar mucha felicidad, y también respuestas».
Dicen que cuando tomas una decisión para generar un cambio, se hace espacio en esa valija llena de preocupaciones para demostrarte que viajar ligero, le da lugar a que nuevas cosas lleguen, orgánicas y livianas, que te acompañan en el trayecto y te dan todo lo que necesitas en su simpleza.
El tumultuoso silencio llega a su fin con una playlist para comenzar el soundtrack de este capítulo, Dejavu de Gustavo Cerati, con el vertigo del despegue, el amanecer en Ezeiza iluminandome, y mirando por la ventana te das cuenta que esas grietas emocionales simplemente dieron espacio para que fluya un poco de paz interior.
Spoiler: Un año más tarde, saqué otro pasaje de ida.